Existen referencias en los textos clásicos de la situación deficitaria de cereal, ya que Apiano comenta cómo los mercaderes remontaban el río Duero llevando al Alto Duero vino y cereal. La alternativa a estas carencias subsistenciales la facilitaba la abundancia de bosques de encina, que contribuía con las bellotas a la alimentación humana y animal, al igual que otros frutos secos, como las nueces. Los análisis de los molinos hallados en Numancia indican una utilización mayor para el procesado de bellotas que de cereal.
Todavía existen referencias modernas de la utilización del fruto de la encina, a principios del siglo XX, como complemento de la dieta alimenticia, a la que aportaba su alto valor nutritivo y, tras su molido, se obtenía una harina con la que se hacia pan y gachas, al igual que con el cereal. La utilización de este fruto era frecuente todavía a principios del siglo XX; así Schulten, que excavó los campamentos romanos en torno a Numancia, entre 1906 y 1912, nos indica refiriéndose a las gentes de Renieblas que “en muchos casos su comida habitual es la bellota”.