A lo largo del siglo III a.C. se consolida, en el Alto Duero, la orientación económica agrícola, plasmada en asentamientos rurales de economía mixta, con un incremento de la intensificación de los intercambios y el comercio. Todo ello articulado con la propia evolución interna de sus instituciones, cristalizará con anterioridad a la conquista romana, en la creación de ciudades, que posibilitarían el desarrollo artesanal y de servicios, que marcan la diferencia entre campo y ciudad, que incorporará la escritura, utilizando el signario ibérico para plasmar su lengua celta, así como la acuñación de moneda, ya bajo concesión romana.
La organización del mundo celtibérico a la llegada de Roma era de ciudades-estado, como centros organizadores, administrativos y políticos de sus territorios, donde hay aldeas y pueblos. La importancia de las ciudades se refleja en el hecho de que son ellas las que tratan directamente con Roma, siendo recibidas independientemente y las que firman los acuerdos.