Las necrópolis conocidas en la provincia de Soria se distribuyen en dos áreas: una al sur de la provincia, en relación a las inventariadas al norte de Guadalajara; otra a ambos lados del Duero en, la parte central de la provincia.
En el conjunto de estas necrópolis hay que diferenciar aquellas que presentan continuidad desde el momento inicial al final del mundo celtibérico, incluso manteniéndose hasta los primeros momentos de época imperial romana (las de Tiermes, Ucero, Alpanseque y otras); bien que correspondan a un momento determinado, ya antiguo (La Mercadera, Almaluez, Escobosa de Calatañazor, Aguilar de Montuenga, El Portuguí de Osma y otras) o reciente (Monteagudo de las Vicarías, La Revilla de Calatañazor, Cubo de la Solana, Fuentelaraña de Osma, Numancia y otras).
Es frecuente señalar la ubicación de las tumbas con piedras hincadas o estelas. El número de enterramientos hallados en estos cementerios excavados oscilan entre un centenar y hasta mil doscientas tumbas, diferenciándose dos tipos, uno con estelas formando largas calles paralelas y otro donde las estelas son excepción y los enterramientos se sitúan sin orden alguno.
En estas necrópolis se han documentado además de las tumbas que consisten en un hoyo en el suelo, delimitado a veces con elementos de piedra, más o menos cuidados, desde simples cantos rodados a enterramientos con estructura pétrea. En su interior se depositan los restos de la cremación del cuerpo y sus objetos personales (ajuar), doblados e inutilizados (“muertos ritualmente”), de esta manera su espíritu acompañaba al difunto al Más Allá, como exponentes de su propia identidad.
Los restos pueden aparecer depositados directamente en el suelo o también introducidos previamente en una urna o vasija de cerámica, al menos las cenizas y los restos óseos del difunto.
En algunas necrópolis se han documentado los lugares donde se disponían los ustrina o piras funerarias donde se quemaban los muertos, bien en una zona destinada al respecto o, a veces, próximos a las tumbas.